El chico que no sabía cómo celebrar los goles

/ viernes, 4 de noviembre de 2011 /

Encaró a Aouate y el tiempo se congeló en el Camp Nou.


Ahí estaba él, vistiendo esa camiseta azulgrana que tanto ha pesado a otros jugadores, que a tantas estrellas consagradas, promesas del fútbol y sueños de éxito se ha llevado por delante. Era titular por segundo partido consecutivo, pese a que su dorsal 39 delatara su aún estatus de canterano. En ese momento, podía recordar perfectamente sus palabras en una entrevista que le hicieron cuando apenas era un niño. "Quiero ser un buen jugador de Primera División y jugar con el Barça, me gustaría mucho. Y ganar la Copa de Europa y eso, las cosas grandes". Cosas grandes que, por momentos, parecieron inalcanzables, como cuando tuvo que abandonar el Barça, no una vez, sino hasta en dos ocasiones. Como cuando con trece años le dijeron que era demasiado pequeño, incluso para un club en el que gozar de un físico diminuto es casi una virtud. Como cuando con diecinueve, a las puertas del primer equipo, fue cedido al Sabadell, destierro que acabó siendo más grato de lo esperado, con un ascenso a Segunda División. Un año antes, sin embargo, Pep ya había echado el ojo a ese mediapunta escuálido, con piernas esmirriadas y mirada tierna y huidiza, pero que hacía del balón una extensión natural de su cuerpo y, del regate, una forma de vida.


Ahí estaba él ahora, en un Camp Nou con el tiempo pausado, casi a cámara lenta. Esa misma sensación que tuvo cuando, no hace tanto tiempo atrás, había conseguido fotografiarse con su ídolo Messi a las puertas de la ciudad deportiva, como cualquier otro de esas decenas de anónimos aficionados que cada día aguardan horas y horas a que las deidades azulgranas salgan en sus coches y consientan detenerse un par de segundos, quizá un poco más, para firmar un autógrafo o dejarse tomar una fotografía. Minucias para ellos, tesoros incalculables para sus pacientes seguidores. Por ello, en su perfil de Facebook, su instantánea con Messi iba precedida de una frase reveladora: "Mi foto más valiosa". Su tesoro particular.


Pero ahí estaba él, Isaac Cuenca (Reus, 1991), ante un Aouate cada vez más agigantado. Con una inesperada finta quebró al portero del Mallorca y, pese a ser diestro, mandó un disparo seco con la zurda, ajustado a la escuadra rival. Mientras el Camp Nou explotaba de júbilo, él empezó a correr con los brazos abiertos y la boca algo desencajada, sin un destino claro, feliz y asustado, puede que huyendo de todo. "Sentí mucha alegría y eché a correr, no sabía ni cómo celebrarlo. Menos mal que pronto vinieron mis compañeros y me cogieron entre todos", reconoce tímidamente Cuenca. "Después llegó Messi y me felicitó por el gol. Me dijo que siguiera trabajando igual". El mismo Messi en cuyo capó se apilaba ilusionado no hace demasiado tiempo.



1 comentarios:

Anónimo on: 4 de noviembre de 2011, 12:41 dijo...

Genial Àlex! Gran aporte de cómo este chaval ha pasado distintas épocas en su corta vida profesional cómo futbolista, y ahora está dónde el un día soñó.

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