Dioses

/ viernes, 16 de diciembre de 2011 /

Sus gambetas, las de uno, rememoran las de aquel 'Barrilete cósmico' que esquivaba ingleses como si fueran muñecos de trapo, jugando a ser un Dios que tocó la gloria con sus propia mano. Sus fintas, las del otro, hacen que uno se reencuentre con aquella magia encapsulada en un cuerpo diminuto, capaz de engañar a un rival sin ni siquiera rozar el balón, del que era O'Rei absoluto. Son ellos, más que ellos y aún lejos de ellos.


Pelé o Maradona, Maradona o Pelé. El yin y yang futbolístico, la discusión más primigenia entre los aficionados a este deporte. Un duelo que nunca se llevó a los estadios, pues el ocaso de la carrera de uno coincidió con el auge del otro. Pero ese choque imaginado por muchos al fin será realidad. En otros nombres. En otro tiempo.


A un lado, Lionel Messi (Rosario, 1987). Al otro, Neymar da Silva (Mogi das Cruzes, Sao Paulo, 1992). El rey sin discusión del fútbol actual contra uno más de sus príncipes herederos. La joya de La Masia azulgrana ante la esperanza de un país que emerge. Los iconos de Barça y Santos, las ilusiones de Argentina y Brasil. Los clones de los dos mayores astros de todos los tiempos o, al menos, los calcos más cercanos hasta ahora vistos. Mañana, ambos escenificarán ese duelo imposible, un guiño para la historia, bajo la atenta mirada de sus equipos, de sus países, de los dioses del fútbol.



Extracto de "Messi y Neymar, o el duelo que nunca fue entre Maradona y Pelé" (Artículo para Efe de la serie previa del Mundial de Clubes 2011)


De osos polares y micos azulgranas

/ martes, 13 de diciembre de 2011 /

Una de las cosas que más impresionan de asistir a un entrenamiento del Barça es el sonido del balón. En sesiones en el Camp Nou como en la previa del Clásico, uno puede sentir cómo el eco del toque se esparce suavemente por todas las cavidades del estadio, fluyendo entre los asientos vacíos, penetrando en el césped, danzando en el silencio. Un sonido hipnótico, casi narcotizante. Tac, tac, tac, tac. La cadencia de la pelota. Solo eso y nada más.


Algo parecido debió sentir el Real Madrid en la segunda parte del partido del sábado, con un Bernabéu tomado por el runrún del balón y el silencio revelador de la grada. Es la dictadura del Barça, la tiranía del fútbol. Una hegemonía coral y afinada en la que conviven múltiples personalidades hasta extremos antagónicos. La anarquía de Cesc con la ortodoxia de Xavi, el hormonal Alexis con el sosegado Iniesta, la divinidad natural de Messi con la humanidad caduca de Puyol. Pero todos bajo el paraguas de una causa. Porque no son los nombres. Es el estilo. Por eso, Guardiola no ha repetido once titular en los 26 encuentros disputados este curso. Manda el libreto, más allá de los actores y las tácticas de rigor.


Y ahí radica todo. Desde hace varias temporadas, el Madrid se obsesiona en mejorar su plantilla para poder atrapar al Barça, mientras que los azulgrana lo hacen para evolucionar en su idea de juego, para superar su propia perfección incompleta. Transformarse para perdurar. Un dato resulta evidente en este sentido: los dos fichajes de esta temporada, Alexis y Cesc Fàbregas, fueron titulares y claves en el resultado final, mientras que las incorporaciones estrella del anterior curso, Villa y Mascherano, fueron suplentes en el Bernabéu. Evolucionar para adaptarse mejor al medio.


Y mientras el Madrid es un oso polar lanzando zarpazos mortales en mitad de la selva, los chicos del Barça son esos micos aparentemente inofensivos que se pasan el coco de palmera en palmera, divirtiéndose, al mismo tiempo que el oso persigue sombras y muere de puro agotamiento. Porque en este mundo no sobreviven los más fuertes, sino los mejor adaptados. Y en la selva del fútbol, hoy manda el sonido del coco moviéndose de lado a lado. El eco despótico de un balón que hoy es del Barça y solo del Barça. Tac. Tac. Tac. Tac.



Extracto del artículo de opinión "De osos polares y micos azulgranas", publicado en Palco Deportivo el 13 de diciembre de 2011.


Lo difícil

/ jueves, 8 de diciembre de 2011 /

El centro de Kontsevoi se aproximaba peligrosamente al interior del área y él, por el rabillo del ojo, pudo ver cómo uno de los puntas rivales se le acercaba embalado, ávido de un posible fallo del defensa. Podría haber sacado el balón con un cabezazo o alejarlo con un brusco puntapié, evitando así cualquier complicación para su equipo y para él mismo. Pero no. Sin pensarlo demasiado, se zafó con un inesperado sombrero de espaldas a su rival en el área pequeña y, con pasmosa tranquilidad, sacó el balón jugado entre una ovación de las gradas del Camp Nou.


"Despejar era lo difícil", explicaba un despreocupado Marc Bartra (Sant Jaume dels Domenys, 1991) al término del partido del Barça ante el BATE Borisov en Liga de Campeones. Sin darse cuenta, este joven central surgido de La Masia resumía, en cuatro simples palabras, toda la esencia de la filosofía azulgrana. Daba igual que no estuvieran Xavi, Messi, Iniesta o Piqué. Seguramente, tampoco habría hecho falta ni siquiera la presencia de Guardiola. Porque no son los nombres. Es el estilo. El que te permite cambiar todo para que nada cambie en absoluto.

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